Todo el mundo “sabe” lo que es el diseño, pero a la hora de tratar de definirlo nos cuesta encontrar las palabras adecuadas. Sabemos lo que significa en su aspecto más general, pero no llegamos a entender absolutamente todo lo que la palabra “diseño” concierne.
Con el paso del tiempo las prioridades en lo que al diseño se refiere han ido rotando. La funcionalidad, la estética, la venta… la primera se supone que es a la que más importancia habría que darle, pero con los años, lo estético ha ido pasando en cierta manera a primer plano, dejando su utilidad de lado y centrándose principalmente en que sea “bonito”.
A partir del surgimiento de la Bauhaus se produce un cambio ciertamente notable en las acciones e intenciones educativas y formativas de los artistas.
Tras el desastre de la I Guerra Mundial la industria evoluciona de forma inmediata y el diseño llega a ser de carácter comercial y publicitario, al mismo tiempo, la fotografía comienza a aparecer en publicidad desde una perspectiva simple, que considera que el principal mérito del arte era el obtener el máximo parecido con la realidad, así pues, la llegada de la fotografía asustó y angustió a algunos artistas.
El pintor francés Paul Delaroche, tras la llegada de la fotografía dijo: “desde hoy, la pintura ha muerto”. Sabemos que no fue así, pero su reacción nos muestra la ansiedad que generó el invento y la polémica que se organizó enseguida al respecto.
La publicidad directa y el diseño son los vehículos e instrumentos propagadores y embellecedores en ese momento. La ciudad pasa a ser un nuevo espacio para la publicidad, y surgen las teorías publicitarias a partir de los años cincuenta.
Tras 1945 comienza la época de la posguerra, con todo lo que implica para el mundo político-económico contemporáneo. El diseño llega a tener en la vida social un lugar y una importancia que no había tenido hasta entonces, junto con la televisión y la radio que comienzan a experimentar también su auge.
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